Allí estaban, llenas de polvo, las memorias del Almirante Oquendo. Gustav había ido anotando a pie de página todo lo importante y con pequeñas hojas de papel entre los pliegues del manuscrito, había descifrado una especie de enigma que conducía al tesoro. Justo al final de la obra, en una cuartilla, se leía lo siguiente:

“El almirante Oquendo dio con el tesoro de Lope el Loco en una de sus muchas batallas contra los corsarios ingleses. Aquel fabuloso botín consistía ni mas ni menos que en más de quince arcones repletos de monedas de oro y plata procedentes de la mítica el Dorado, que Aguirre se llevó de la legendaria ciudad antes de perder por completo la cabeza, quién sabe si maldito por los indígenas.

Cuando cayo en manos del almirante, al averiguar de donde procedía y quien era su dueño, no dudó un momento en apartarlo de si mismo. Lo creía maldito y ahora, casi perseguido por sombras inexistentes, y llena la cabeza de historias de piratas, yo también empiezo a pensar como él… Enterraré la pequeña parte que tengo junto a lo demás y quemaré estas notas.

Si estoy en lo cierto, y según Oquendo, el resto del tesoro se encuentra en un túnel excavado en algún lugar, como manda la tradición pirata, bajo una bandera. Está protegido por un extraño y enorme candado de letras.

Deberemos encontrar esa bandera y visitarla, para conseguir encontrar el tesoro.

Mis investigaciones sobre las memorias concluían lo siguiente; la clave para abrirlo debía ser algo relacionado con el regreso de sus viajes, y, según sus palabras, con algo que le alegraba la vista y le entregaba, tras atravesar el océano, la calma a su regreso… La combinación que abriría el candado sería sin duda lo que él llamaba su hogar… y Se puede apreciar desde este mirador donostiarra.”

También incluía este mapa que tal vez sea de ayuda: VER MAPA